Suicidio, jóvenes y silencio en América Latina: esta es la situación en siete países de la región*

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Con el lanzamiento de la serie de Netflix 13 Reasons Why en 2017, cuya segunda temporada está a unos días de estrenarse, la discusión acerca del suicidio se avivó en América Latina, como lo hizo en muchas partes del mundo. Existía la preocupación de que la caracterización que la serie hacía sobre esta problemática incentivara a jóvenes y a adolescentes a quitarse la vida. Sin embargo, la discusión en la región no logró aterrizar a un aspecto fundamental: la mayoría de las muertes por suicidio son prevenibles, si existen las políticas de salud mental adecuadas para atender a la población.

Según los datos más recientes de la Organización Mundial de la Salud (OMS) a 2015, la tasa de suicidios media en el continente americano es de 9.8 por cada 100 mil habitantes. Esto significa unas 65 mil muertes anuales. En el continente, el país con la mayor tasa de suicidios es Guyana, con 29 por cada 100 mil habitantes, siendo una de las tasas más elevadas del mundo. Tras Guyana, se encuentran Bolivia y Uruguay, con tasas de 18.7 y 17 respectivamente. En la región, solo estos tres países sobrepasan la media europea de suicidios, que es de 15,4 por cada 100 mil habitantes.

De acuerdo con un informe de la OMS y la Organización Panamericana de la Salud (OPS), en la cúspide de los factores de riesgo de suicidio se encuentran las barreras para obtener atención de salud, lo cual incluye políticas diseñadas para atender esta problemática. Por ello es pertinente la pregunta: ¿Cómo se aborda el suicidio en los países con mayor y con menor incidencia en la región? Esto es lo que encontramos.

Entre el Sur y el Caribe: Los países con más suicidios

Uruguay: la lucha contra el miedo al contagio 

“Récord de suicidios en Uruguay”, “Se dispara récord de suicidios en Uruguay” y “El suicidio en Uruguay llega a nuevo máximo”, son algunos titulares de los periódicos con mayor tirada del país, que se hacen eco de esta problemática social.

Los artículos se publicaron en el marco del Día Nacional de Prevención del Suicidio, que se conmemoró el 17 de julio de 2017, en el que se alertó sobre el aumento desmedido de casos de muertes autoinfligidas en Montevideo y ciudades del interior.

Uruguay es el país con una de las tasas de suicidios más alta de América Latina. Las últimas cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS) indican que 638 personas decidieron quitarse la vida a lo largo de 2016.

El pico más alto de suicidios tuvo lugar en 2002 con 692 casos, en el marco de la crisis económica y social que atravesaba Uruguay, según las notas citadas.

El sector más vulnerable es el de los hombres mayores a 65 años, pero desde 2015 llama la atención el aumento de casos de jóvenes de entre 15 y 24 años, quienes representan un tercio de las estadísticas que la OMS visibilizó en su informe de 2016.

El Ministerio de Salud Pública tiene dentro de sus objetivos de cara al 2020 bajar el número de suicidios en Uruguay; sin embargo se desconocen cuáles son las acciones puntuales para prevenir los casos.

Además de la falta de políticas de salud mental adecuadas, se suma el miedo de los uruguayos a que el suicidio sea una problemática “contagiosa” entre la población. De esto se habla en el libro “70 años de suicidio en Uruguay”, una publicación de la Universidad de la República que propone revertir el tabú que significa el suicidio, que siempre ha estado bajo el manto del silencio.

Si bien existen espacios dedicados expresamente al abordaje de esta problemática, el más conocido es el de Último Recurso, una organización no gubernamental pionera en el tratamiento de la prevención al suicidio, que a través de una línea telefónica, clínica suicidológica, talleres y cursos, le hace frente al tema. Este servicio dejó de funcionar el pasado 18 de marzo, y por ahora el Ministerio de Salud de Uruguay mantiene una línea transitoria, mientras entra a regir en junio un plan nacional integral de prevención del suicidio.

Bolivia: una muerte silenciosa invisibilizada

“En Bolivia se carecen de datos sobre los suicidios, porque los mismos no son registrados como tal”, dijo Rose Marie Rendón, presidente de la Sociedad Boliviana de Psiquiatría (filial Santa Cruz), durante su participación en la II Jornadas Internacionales de Prevención del Suicidio y la Depresión realizadas en Bolivia en septiembre de 2017.

Rendón fue aún más contundente: “en la policía y en los hospitales se consignan (los suicidios) como muerte por arma de fuego, por intoxicación o por ingesta de órganos fosforados, lo cual invisibiliza el problema (…) y uno de cada cuatro personas sufren trastornos depresivos en el país”.

Quizá por eso no resulta extraño que en un rastreo de notas periodísticas en la prensa boliviana, la mayoría mencionen que los jóvenes o adolescentes que deciden quitarse la vida dejen varias cartas dedicadas a sus familiares, que comprobarían el suicidio.

De acuerdo con la OMS, Bolivia es el tercer país del mundo con el índice de suicidio más alto entre niños de 5 a 14 años. Y en cuanto al suicidio en adolescentes, el mismo organismo informa que han aumentado los casos entre las edades de 15 a 29 años (a partir de 2015), colocando así al suicidio como la segunda causa principal de defunción en ese grupo de edad.

Los últimos datos publicados indican que en 2015 se registraron 2,010 suicidios en Bolivia. De esos, 1,307 fueron suicidios de hombres y 703 de mujeres. Es decir que se suicidan 24.34 hombres de cada 100 mil y 13.13 mujeres de cada 100 mil. Bolivia es el segundo país con mayor tasa de suicidios de mujeres en América Latina luego de Guyana.

A pesar de que en Bolivia se ha hablado de la creación de una línea tipo 911 para prevenir el suicidio, ésta no existe al día de hoy. Lo que sí se elaboró fue la Guía de intervención de trastornos mentales, neurológicos y por uso de sustancias, impulsada desde el Ministerio de Salud, la Sociedad Boliviana de Psiquiatría, el Colegio de Psicólogos, el Centro de Rehabilitación y Salud Mental San Juan de Dios, la Policía Boliviana y otras instituciones.

La Guía aconseja consultar con un especialista en caso de un intento de suicidio; luego ubicar a la persona que ha intentado quitarse la vida en un ambiente seguro para que sea monitoreada por un familiar o amistad cercana, además de restringirle el acceso a los métodos para autoagredirse. También sugiere a los medios de comunicación prácticas de sensibilización sobre el suicidio, para que eviten emplear “un lenguaje que intente causar sensacionalismo o aceptarlo como un comportamiento normal”.

Argentina: el suicidio adolescente como gran preocupación 

“Gracias a todos por el apoyo incondicional… pero mi hermano se nos fue”, publicó consternado Joel Palavecino, en su perfil de Facebook el 25 de junio de 2017.

Fausto, de apenas 16 años, falleció 25 días después de intentar quitarse la vida, convirtiéndose en la primera víctima en Argentina de La Ballena Azul, un juego que propone a los participantes 50 metas a cumplir en el menor tiempo posible.

Se desconoce el método que utilizó el adolescente para completar la lista de consignas, en la cual como último ítem figura sin rodeos la palabra “suicidio”.

La muerte autoinfligida de Fausto colocó en la agenda de los medios de comunicación una problemática social que en 2015 causó la muerte de 438 jóvenes.

Un informe de la OMS alerta que Argentina se encuentra en el tercer lugar en América Latina por su tasa de suicidios. El sector más vulnerable es el de los adolescentes, destacándose los hombres de 15 a 24 años, que recurren a métodos como el ahorcamiento y la sofocación.

Una de las organizaciones más conocidas de prevención es el Centro de Asistencia al Suicida (CAS), el primer espacio dedicado a brindar acompañamiento y apoyo a personas que sufren esta problemática a través de la línea telefónica 135. Además de esta entidad que lleva 50 años vigente, existen diversos centros creados por familiares de jóvenes que se han suicidado, quienes impulsan las campañas de prevención cada 10 de septiembre, Día Internacional para la Prevención del Suicidio.

Cuba: el camino de la prevención comunitaria 

El 1 de febrero de este 2018 la noticia del suicidio de Fidel Castro Díaz-Balart, el hijo mayor del expresidente de Cuba Fidel Castro, acaparó titulares de la prensa internacional. Según el sitio oficialista Cubadebate, Díaz-Balart “venía siendo atendido por un grupo de médicos desde hace varios meses con motivo de un estado depresivo profundo”. Esta noticia puso también en el foco público la situación del suicidio en este país.

De acuerdo a la OPS, Oficina Regional para las Américas de la OMS, Cuba es uno de los países que presentó una de las tasas de suicidio más altas en América entre 2005 y 2009 con 9.9 casos por cada 100 mil habitantes, sólo por debajo de Uruguay, Chile, Trinidad y Tobago, y Estados Unidos.

En los años 2011, 2012 y 2013 la OPS señala que en Cuba el suicidio resultó ser la tercera causa de muerte entre personas de entre 10 y 19 años, “con un número total de defunciones de 40, 40 y 37 [respectivamente]”.

Para 2015 la OMS indicó que en la Isla la tasa de suicidios fue de 14.1 casos por cada 100 mil habitantes [de los cuales 22.3 eran hombres y 5.7 mujeres].

Cabe destacar que desde hace décadas el modelo de salud cubano incluye la atención médica a la conducta suicida. “A  partir del año 1984 se inició una investigación epidemiológica de carácter nacional sobre la conducta suicida […]. En  1988 se elaboró el Programa Nacional de Prevención de la Conducta Suicida que comenzó su implantación en 1989”, indica el reporte Prevención de la conducta suicida publicado por la OPS en 2016 y el cual señala que dicho programa se ha “perfeccionado varias veces”.

En 1995 se inició una estrategia de enfoque comunitario y estratificado para atender las conductas suicidas. En el país existen 101 Centros Comunitarios de Salud Mental, según el Anuario Estadístico de Salud del Ministerio de Salud Pública de la Isla, publicado en 2012. La OPS ha indicado que es importante continuar con el fortalecimiento del trabajo de salud mental de base comunitaria.

Chile: depresión silente 

En Chile se registra un  suicidio cada cinco horas. Al año, hay 1,835 personas casos, según un reporte del Instituto Nacional de Estadística en 2015. Mientras que la Encuesta Nacional de Salud (ENS) 2016 – 2017 reveló que el 2.2% de los jóvenes entre 18 y 24 años han pensado seriamente en el suicidio como una opción. En el rango de 25 a 34 años, la cifra sube a 3,6%.

En los últimos años el tema de la salud mental ha ido ganando relevancia en Chile, pero los esfuerzos siguen siendo insuficientes. Según la OMS, el 5% de la población del país vive con depresión. La ENS, que valora la sintomatología depresiva, subió la cifra a 6.2%. Es decir, 1,089.588 de los chilenos han batallado con la depresión durante el último año. 

Pero las cifras más altas son las que publicó este 2018 el Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión social de la Universidad de Chile, donde señalaron que el 18.3% de los habitantes del país presenta síntomas de depresión. 

En 2015 el Gobierno implementó un Programa Nacional de Prevención del Suicidio, que incluía la implementación de planes regionales, enseñanza del tema a profesionales de salud, programas preventivos en las escuelas y una mayor cobertura médica, pero ha sido insuficiente. Ese mismo año,  solamente el 1,45% del presupuesto de salud estaba destinado a la salud mental, según documentos del propio Gobierno, lo que solo alcanzaba para atender a poco más del 20% de los pacientes. 

En febrero de 2017, Mauricio Gómez, jefe del Departamento de Salud Mental del Ministerio de Salud, afirmó en una entrevista al diario La Tercera que para dar una mejor cobertura, entre el 5 y 6% del presupuesto debería ir destinado exclusivamente a programas de salud mental. “La salud mental es de bajo costo en tecnología, pero de alto costo en recursos humanos. No se requiere solo un médico psiquiatra, sino de psicólogos, trabajadores sociales”.

México y Centroamérica: bajas tasas de suicidio 

México: poco presupuesto y pocos psiquiatras 

Un informe de la Secretaría de la Defensa Nacional mexicana dado a conocer el año pasado hizo que el suicidio anduviera en boca de muchos. El documento reveló que en los últimos diez años, el tiempo que tiene la guerra contra el narcotráfico en el país, 110 integrantes del ejército se han quitado la vida. De ellos, solo cinco eran mujeres.

Los datos más recientes sobre suicidio que tiene disponibles el Instituto Nacional de Estadística y Geografía de México son de 2014. Esa información dice que los hombres cometen el 80% de los suicidios. Además, el grupo de edad con más víctimas de suicidio son los jóvenes que tienen entre 15 y 29 años, con una tasa de mortalidad por esta causa de 7.9 por cada 100 mil jóvenes.

Si bien México tiene una de las tasas más bajas de suicidios en América Latina, la OMS lo define como un problema de salud pública. Sin embargo, México invierte menos del 1% de su presupuesto a cuestiones de salud mental. De hecho, el país cuenta con apenas tres psiquiatras por cada 100 mil habitantes.

Honduras: aumento silencioso 

A pesar de que los últimos años Honduras ha registrado un aumento de suicidios, el tema no está muy presente en la agenda pública. Solo cuando ocurren casos mediáticos, como el suicidio de la hija de 10 años del embajador de Panamá en Tegucigalpa en 2011, el asunto trasciende a la conversación.

Aunque Honduras es uno de los países con menos suicidios en la región, el Observatorio Nacional de la Violencia de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, creado en 2005, reportó que en 12 departamentos del país los suicidios aumentaron: hubo un promedio de 33 suicidios mensuales, uno diario. Este es el mayor incremento de suicidios en los últimos cinco años.

En Honduras no hay una institución gubernamental que tenga registros y cifras oficiales sobre el suicidio. Esta función la realiza el Observatorio, que fue creado por el Instituto Universitario en Paz, Democracia y Seguridad de la Universidad, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y la Agencia Sueca para el Desarrollo Internacional, con el objetivo de monitorear las muertes que no se dan por causas naturales.

De acuerdo con el último boletín emitido por el Observatorio, con datos de 2017, el 77.4% de las víctimas de suicidio son hombres y el grupo de edad en el cual se registran más suicidios es en jóvenes de 20 a 24 años, el 16.5% del total. El departamento que concentra la mayor parte de los suicidios es Francisco Morazán, el cual registró un aumento del 64.5% con respecto al año pasado, con un total de 102 casos.

Honduras no cuenta con un programa o institución oficial o gubernamental dedicado a la prevención del suicidio.

Guatemala: Mayor incidencia en zonas rurales 

A principios de 2017, un número de celular se empezó a compartir de forma viral en las redes sociales de Guatemala. El mensaje animaba a replicar el número a más personas, con la intención de salvar a quien pudiera estar contemplando quitarse la vida. Sin embargo, pocos conocían que detrás de esta iniciativa estaba un doctor particular, Hernán Ortiz, quien en los últimos 15 años se ha dedicado a la prevención del suicidio. Aparte de esta iniciativa, no existen mayores programas gubernamentales centrados en la prevención del suicidio.

De hecho, según la fundación Alas Pro Salud Mental, en Guatemala solo el 1% de la población tiene acceso a medicamentos de atención a la salud mental, una situación preocupante teniendo en cuenta que la depresión es un factor de riesgo importante en el suicidio.

A pesar de que Guatemala es uno de los países con menor tasa de suicidios en América Latina, se ha dado un aumento en el suicidio de personas jóvenes, entre 16 y 22 años. Los hombres se suicidan más entre los 40 y 45 años, y las mujeres que se quitan la vida en Guatemala suelen ser adolescentes y adultas jóvenes. Las regiones del país donde más se registran suicidios son del interior, rurales y de mayoría indígena. También se encuentran entre las más empobrecidas. Los departamentos con mayor índice de suicidios son Baja Verapaz, Santa Rosa y El Progreso.

La prevención, una amplia e integral conversación social sobre el tema y el acceso a servicios de salud mental son pendientes fundamentales en muchos países de América Latina para hacer frente a los suicidios; tanto en aquellos países que más padecen de esta problemática, como en aquellos donde hay menor incidencia.

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Laboratorio Distintas Latitudes es un ejercicio de investigación y experimentación periodística que realizan los reporteros y editores con temas diversos. El objetivo es aportar nuestra mirada ante la realidad, mientras aprendemos. En esta colaboración participaron: Jordy Meléndez Yúdico, Lizbeth Hernández, Ketzalli Rosas, Tania Chacón y Alma Ríos en México; Diego Pérez Damasco en Costa Rica, Florencia Luján en Argentina y Mariel Lozada en Chile.

**El 14 de mayo el texto fue actualizado con el apartado sobre Chile e información adicional sobre el servicio de prevención del suicidio en Uruguay.

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